Anécdotas (más ridículos)

Corría allá por finales de los 80 en total plenitud de la edad del pavo, acné imposible, mucho Snoopy en pañuelos, camisetas, parches para pantalones, se entredejaba ver la marca de relojes Swatch, la que llevara uno de ellos era la jefa del grupo envidiada por todas las demás, la marca Mistral de ropa deportiva era un icono en nuestro armario, los pantalones con vueltas en el bajo a lo pescador era lo más y tener una Adidas Jhon Smith, bueno lo más pijo.

Cual borreguillo de 14 o 15 años iba uniformada, como mandaban los cánones de la sociedad en aquel momento, claro que aquellos años no son los de ahora, actualmente los jóvenes de esta edad tienen muchísima más personalidad y "sabiduría" que los de aquellos tiempos, vamos yo es que era tonta del culo.

Empezábamos a tontear con los chicos, pero tonteos de miradas y poco más, a ver quien se atrevía a hablar con el chico que te gustaba y además estaba en otro grupo rodeado de arpias con espinillas a punto de sacarte los ojos con cuchara, si te acercabas.

Bien, a mi me gustaba uno de esos chicos que pertenecía a otro grupo, me parecía tan guapo, me dolía el estómago, me dormía pensando en él, lo veía el más guapo del mundo mundial, lo apodaban Pitufo, imaginaros como podía ser, alto desde luego no.

Como inciso al siguiente párrafo, comento que en Cataluña cuando te despides de alguien o te cruzas con alguien por la calle te saludas diciendo A deu, que queda abreviado con un simple Deu.

Bueno, pues iba yo por la calle con mi amiga Marina y de lejos vemos a mi amor platónico, que siempre quedó en eso, venir hacia nosotras, el corazón empezó a latirme a 690 pulsaciones por minuto, el dolor de estómago me doblaba y por supuesto las rodillas me temblaban exageradamente, entre risitas y codazos nos decíamos por lo bajini "no me lo puedo creer, tía" bueno, al cruzarse con nosotras sonrió tímidamente y soltó un "deu" así bajito y yo, con la torpeza que me caracteriza desde la más tierna infancia, levanté la mano a modo de saludo a la par que metía el pie en un socavón entre dos racholas del suelo y por mi boquita de piñón no salió un tímido "deu", salío un desafinado y malsonante "dao".

Para mí era el fin del mundo, me quería hacer la muerta, más bien me quería morir mientras mi amiga se partía en seis trozos de la risa intentando vocalizar un "levántate", mi amor siguió caminando muerto de la risa también.

Desde aquel fatídico accidente, siempre que lo veía de lejos me pasaba de acera, para mí era muy fuerte y humillante...menos mal que se hechó novia y ya ni me miraba.

Y esta es otra de las torpezas de mi vida. Puedes dejar las tuyas, así no parezco yo tan patosa.