El ático (opción A y última)

Marta llamó por teléfono a Lucía, una amgia que flirteaba con el esoterismo y hechaba de vez en cuando las cartas del tarot. Le explicó lo sucedido y le pidió ayuda, Lucía dijo:

-Marta, eso que me cuentas es terrible, yo no puedo ayudarte no tengo el nivel suficiente para enfrentarme a las tinieblas, pero te voy a enviar a Mario, el si que trabaja con las energías de baja intensidad, creo que podrá ayudarte.

-Genial, pues le espero esta tarde en casa.

Después de comer, Raul preparó una cafetera y se tomaron uno mientras esperaban a Mario, que no tardó mucho en llegar. Mario, al contrario de lo que pensaba Marta, que se presentaría con una túnica, no era para nada parecido al tópico de mago, era un hombre joven dentro de la treintena, vestido con vaqueros y camisa por fuera, portaba un maletín de piel marrón, algo más grande que el de un ejecutivo.

-Hola, buenas tardes, soy Mario, me envía Lucía, creo que tenéis un problema, no?

Raul lo invitó a pasar a la cocina ofreciéndole un café y Marta dijo:

-Pues sí, bastante gordo y no sabemos como solucionarlo.

-Bien, llevadme a la habitación y me pondré manos a la obra.

Mario entró en la habitación dónde el espejo seguía cubierto por la sábana, mientras miraba a su alrededor iba negando con su cabeza y diciéndose a sí mismo -tranqulos muchachos, os sacaré de aquí-. De su maletín sacó cinco velones blancos y uno negro, con una tiza trazó una estrella de cinco puntas, mirando la punta hacia el norte, cada una de las velas blancas las colocó en los vértices de la estrella y en el centro puso la negra, encendió unos inciensos y empezó a recitar unas extrañas frases, algo parecido al hebréo.

Marta y Raul, permanecían en el salón en silencio, escuchando como Mario susurraba algo parecido a una oración. Pero Marta no podía contener su curiosidad y se acercó a la habitación y asomó la cabeza, no daba crédito a lo que estaba viendo.

Mario estaba en un trance absoluto, como absorto en la nada y en el todo, algo muy extraño, seguía balbuceando palabras en un idioma extraño, el espejo se rompió en mil pedazos y de él empezaron a salir pequeñas bolas de luz blanca que se dirigían a la llama de las velas blancas, mientras la negra se fundía mucho más rápido que el resto.

Mario cayó extenuado al suelo y permaneció tumbado durante unos segundos, recuperó la consciencia y mirando a Marta le dijo: - ya están en su casa...ya son libres-

Marta se acercó y le ayudó a incorporarse mientras le preguntaba si se encontraba bien:

-Mario...estás bien?

-Sí Marta, yo estoy bien y ellos ya se han liberado...vamos a limpiar todo esto.

Mientras Raul y Marta recogían los cristales rotos del espejo, Mario había preparado un cuenco de cobre con un poco de carbón de quemar y algo de romero espolvoreado, se paseaba por todas las habitaciones humeándolas y limpiando cualquier impregnación energética que pudiera haber quedado.

A partir de aquel día, Raul solicitó al ayuntamiento abrir ventanas en la buhardilla y se lo concedieron, allí hicieron una preciosa habitación para la bebita que estaban esperando, la cual llamarían Paulina, como la hija menor de los Montroig.